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El conflicto de las Pascuas (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2, 3

  • Que ser gordo es estado
    benéfico para nuestra especie. Así dicen algunos,
    que pronto detractan, lo dicho, en secreto.

No lo es ni lo puede ser. Aquí dejo que la abundancia
de los hechos que corroboran esta aserción sean mis
testigos.

  • Que habiendo aprendido el idioma simple y natural de
    nuestra especie para comer y habiendo logrado mantener un peso
    realista y saludable.
  • Que, caprichosamente, entonces, podemos abandonarlo todo a
    favor de los excesos recurrentes de las festividades.
    Haciéndolo sin tener que pagar el gravamen penoso de no
    poder
    remover las libras ganadas y retornar al peso que antes
    tuviéramos.

No es muy fácil lograr este sueño, como tantos,
por la experiencia, bien sabemos.

Hay más, mucho más…

Para complicar estos conceptos debemos recordar que nuestras
actividades de comer no son nada banal para los sistemas que las
controlan y las regulan y que todo lo que hacemos viaja a
través de nuestro cerebro
despertando respuestas de índoles diversas en su
lugar.

Para las anoréxicas, las festividades significan
períodos de mayor vigilancia y mayor restricción en
el consumo de la
comida, no sea que se les escape el control, se desboque y ganen
de peso. Se ven consumidas por la tensión, el miedo y el
estrés.

Resienten las festividades, porque durante las mismas se les
insta a que "coman más" — cuando sus deseos son comer
menos.

Las bulímicas que han logrado interrumpir el
círculo vicioso de sus harturas y purgas, con frecuencia
se descontrolan y caen de nuevo en el infierno artificial de una
tortura de la que no logran escapar.

Las que sufren de las llamadas "vigorexias", o adicciones al
ejercicio. Visitan el gimnasio o corren distancias extremas,
debilitando sus cuerpos, más aún, en este penoso
proceso.

Las que sufren de sobrepeso, "aprovechan" la oportunidad
ofrecida por el espectáculo de tantos que se desbocan en
comilonas exageradas, pretendiendo ignorar las consecuencias
finales.

¿Y las que dietan? Las que dietan, terminan
abandonando, con abandono, sus resoluciones costosas.

Sigamos adelante

La mayoría de las personas, aquellas que caen dentro
del 60% de la población que son corpulentas, gozan, con
la desidia de los inocentes, ese privilegio especial de celebrar
las fiestas con la lujuria extática que de la comida en
abundancia o en exceso derivan.

La razón por la que así se comportan no es una,
son muchas

La primera y más importante es la del efecto adictivo
de ciertas comidas que se relacionan con la liberación en
el cerebro de neurotransmisores que se asocian con el placer.
(Véase mi ponencia Los efectos de las
Endorfinas
).

Sí Mr. Santa Claus, la comida puede ser adictiva. Usted
constituye ejemplo ostensible.

Y… ¿cómo llega este
señor al Caribe? — Se preguntan los niños
dominicanos perspicaces…

Entre las comidas culpables. Ponemos, primero, el azúcar,
las comidas sabrosas y las grasas de todo
tipo; que, con la desinhibición que el alcohol
consumido provee, resulta en serios excesos epicúreos.

La segunda es el efecto de las actividades de las neuronas de
espejo, que nos obligan a imitar el comportamiento
de otros. A ello se debe que sea cierta la creencia de que los
simios (a cuyas familias pertenecemos) imitan lo que los
demás hacen — especialmente cuando existe la recompensa
del placer.

La tercera es el efecto secundario de la presión
social a que festejemos comiendo. Hay que hartarse porque el
hartazgo es lo esperado y nada más.

Esa misma es la presión que resulta en la
cesación de las actividades de nuestros lóbulos pre
frontales los que entonces se abandonan a las demandas de los
centros cerebrales del placer.

Existen, además, los problemas
ético/morales — ¿qué son esos?

¿Cómo es posible que un pedazo de bizcocho
signifique más que vivir una vida sin ser gordo y sin
achaques?

¿Cómo es posible que pretendamos adorar al
Cristo de la tradición, que se presenta en la natividad
como habiendo seleccionado la humildad de un pesebre para entrar
en este mundo, comiendo como si la comida fuera lo único
importante en nuestras vidas de seres inteligentes?

¿Saben el menú de la Última Cena?
¿No lo saben?

Sabemos que fue escueto. Aquí, algunos se
preocuparán más por quién pagaría la
cuenta por el consumo.

De todos modos verán el menú al final de esta
lección.

¿Cómo es posible que olvidemos las pobrezas
externas que nos circundan y las miserias internas de quienes
sufren o se recuperaron de las enfermedades del comer?

Porque quienes, como los demás no comen, son sujetos a
ser criticados por ser diferentes, o disminuidos por "no querer
comer".

Muchos observan: "Fulanita no come, porque, la pobrecita, es
anoréxica". Mientras nadie dice: "Como así, porque
es que me gusta ser gorda".

En resumen

Entre las Pascuas de Natividad y la Epifanía de enero,
se encuentra el día del Año Nuevo, fecha del Dios
romano Jano, a quien nos referimos al comienzo de esta ponencia.
El día de Año Nuevo es en el que se hacen todas las
resoluciones que serán abandonadas muy poco
después.

Las mismas resoluciones que hiciéramos el año
que pasara.

¡Salud, y buen
provecho!

Apéndice:

Menú para la última cena de
Jesús

Leonardo da Vinci

La fecha, 29 DC

El anfitrión: Un amigo, cuyo nombre Jesús
compartió con sus apóstoles — y que nadie parece
recordar.

El menú:

La Última Cena tuvo lugar durante la celebración
de la pascua judía (o seder), por esa razón
incluiría vino, pan ázimo o sin levadura, cordero
horneado, ollas repletas de yerbas amargas, que se mojaban en una
salsa rojiza llamada haroseth hecha de manzanas,
dátiles, higos, almendras, canela y vino.

Las naranjas que se observan en pinturas de la última
cena eran entonces desconocidas.

De lo que hablaría durante la ceremonia. Primero se
cantaría la canción ritual Hallel. Entonces,
Jesús dio pan a sus discípulos diciendo: "Este es
mi cuerpo". Luego ofreció el vino, diciendo: "Esta es mi
sangre".

Hoy, esta acción
se repite en la celebración de la Eucaristía.

En aquel momento Jesús les recordó a todos,
celebrar periódicamente esta ceremonia — en seguida,
acusando públicamente a Judas Iscariote,
de conspirar para traicionarlo.

Finalmente, de acuerdo a Juan, Jesús dijo a los
apóstoles:

"Crean en Dios y también en mi. En casa de mi Padre hay
muchas mansiones… yo iré y prepararé un
sitio para ustedes…"

Menú de Pascuas
tradicional dominicano

El plato central es cerdo entero asado en puya o pierna de
puerco horneada, acompañada de pasteles en hojas (especie
de tamales con masa de plátanos rellena de carne y
envuelta en hojas de plátano atado con una pequeña
soguita).

El pavo también tiene su lugar en la mesa y cuando los
recursos
económicos escasos justifican su ausencia, es sustituido
por el pollo.

El puerco "asao en su puya" es típico del Cibao (zona
Norteña de la isla), el pavo relleno de San Juan y San
José de Ocoa, y los pasteles en hojas son oriundos del
Este. Pero su consumo es general en todo el país.

Menos comunes en el menú moderno son los lerenes y el
pan de fruta, aunque mantienen su presencia en la mesa de las
fiestas.

El manicongo ha prácticamente desaparecido de la
tradición culinaria navideña dominicana. Muchos no
sabemos ni lo qué es… A menos que no sea el
mondongo o monicongo.

Junto al cerdo y los pasteles, el plato central, o complemento
principal es el locrio o moro de guandules, así como la
ensalada de papas, la cual incluye típicamente trocitos de
manzana y petit-pois (o guisantes), donde el presupuesto
familiar lo permite.

Natividad

La cerveza, el ron
los espíritus y el vino completan la colación para
casi todos los dominicanos.

Los haitianos usan el clerén, en lugar de nuestro
ron.

Todos cantan villancicos o aguinaldos.

No todos engordan…

 

Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2, 3
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